Resumen El presente artículo analiza el funcionamiento y trascendencia de un tribunal especial militar actuante en Cuba durante la primera mitad del siglo XIX, la Comisión Militar ejecutiva y permanente (1825-1856). Dicho tribunal conoció de manera exclusiva de los delitos de carácter político durante los años de su actuación, aunque la mayor parte de su trabajo cotidiano en términos cuantitativos estuvo dirigido al control de la criminalidad, el bandolerismo y el mundo esclavo. Su valor como dispositivo de intervención ejecutiva, en tanto escapaba a las formas jurisprudenciales tradicionales de gestión del orden, hizo que deviniese la principal institución de orden público en la colonia durante la primera mitad del siglo. Gracias a él, la regularización de la especialidad, del gobierno de las islas “como en estado de sitio” fue ordinaria, en el sentido de cotidiana, normalizada y sostenida.
La construcción y consolidación del Estado isabelino pasó por el desarrollo de una Administración con mayúsculas, cuyos primeros eslabones se forjaron bajo el gobierno de los moderados de la década de 1840-1850. Estos debieron lidiar, sin embargo, con la presencia de un arquetipo de funcionario heredado de Antiguo Régimen, el iudex perfectus o juez perfecto de la monarquía tradicional. El presente artículo pretende demostrar que al arquetipo tradicional del iudex perfectus se fue sustituyendo, en la cultura política liberal, el modelo del militar como buen administrador y por tanto capaz de personificar las virtudes hasta entonces vinculadas al «juez perfecto» como encarnación de las instituciones de gobierno: aptitud, moralidad y concepto público –a lo que el constitucionalismo sumó la adhesión a la constitución. Diversos ejemplos, tanto normativos como de ensayos institucionales, se movilizan para analizar la relación entre ambos imaginarios institucionales –el tradicional y el liberal–, así sea en el ámbito peninsular como en el colonial caribeño.
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