Abstract:Aunque Descartes pretende hablar de cuestiones morales en general, y de las pasiones en particular, como si nadie hubiera escrito antes sobre ellas, lo cierto es que, en el caso de la admiración, es clara su referencia al mundo antiguo. En concreto, en este caso el pensador francés se sitúa críticamente en contra de la postura aristotélica, que entiende la admiración como el inicio de la filosofía. Frente a la propuesta clásica, que convierte dicha emoción en el motor permanente de la investigación d… Show more
“…32 Y es que, gracias a ella, nos acercamos a las cosas ignorando su valía, simplemente por su novedad o incongruencia, obedeciendo un impulso epistémico y estimativo: queremos conocer y valoramos aquello que nos sorprende. 33 Dicho esto, no insistiremos en los orígenes clásicos de esta admiración, referida tanto por Vives, como por Descartes, ni tampoco en que tal afecto juega un papel central en el pensador francés, pues ya indicamos que es la primera de las pasiones, dando origen a todas las demás. Aunque puede añadirse que esta afección se encuentra entre los componentes de la pasión-virtud principal, con la que culmina la moral cartesiana, a saber, la generosidad, una suerte de admiración auto-reflexiva que experimentamos correctamente al descubrirnos como sujetos libres en un mundo mecánicamente determinado.…”
La tradición filosófica no se ha ocupado asiduamente de la risa, pero algunos pensadores han tratado de teorizar acerca de ella. Un ejemplo moderno de esto es el de Descartes, que en Las pasiones del alma dedica algunas secciones a reflexionar sobre la risa, con la peculiaridad de que, en dichos pasajes menciona el nombre, y la obra del humanista español Juan Luis Vives. La comparación entre ambos arroja luz acerca del fenómeno de la risa y los problemas que experimenta la filosofía a la hora de abordarlo.
“…32 Y es que, gracias a ella, nos acercamos a las cosas ignorando su valía, simplemente por su novedad o incongruencia, obedeciendo un impulso epistémico y estimativo: queremos conocer y valoramos aquello que nos sorprende. 33 Dicho esto, no insistiremos en los orígenes clásicos de esta admiración, referida tanto por Vives, como por Descartes, ni tampoco en que tal afecto juega un papel central en el pensador francés, pues ya indicamos que es la primera de las pasiones, dando origen a todas las demás. Aunque puede añadirse que esta afección se encuentra entre los componentes de la pasión-virtud principal, con la que culmina la moral cartesiana, a saber, la generosidad, una suerte de admiración auto-reflexiva que experimentamos correctamente al descubrirnos como sujetos libres en un mundo mecánicamente determinado.…”
La tradición filosófica no se ha ocupado asiduamente de la risa, pero algunos pensadores han tratado de teorizar acerca de ella. Un ejemplo moderno de esto es el de Descartes, que en Las pasiones del alma dedica algunas secciones a reflexionar sobre la risa, con la peculiaridad de que, en dichos pasajes menciona el nombre, y la obra del humanista español Juan Luis Vives. La comparación entre ambos arroja luz acerca del fenómeno de la risa y los problemas que experimenta la filosofía a la hora de abordarlo.
Descartes a menudo es visto como un pensador solitario, una suerte de Robinson Crusoe metafísico. En el origen cartesiano de la filosofía moderna se unirían la actitud teórica más radical y solipsista, con el desinterés por las cuestiones prácticas que tanto habían preocupado a los pensadores que le antecedieron. No obstante, la lectura canónica de Descartes como un teórico puro, desentendido de los otros, e incluso de sí mismo, es problemática. El meditador cartesiano en realidad emerge del diálogo con un interlocutor misterioso que, lo engañe o no, sin duda lo interpela. Más aún, al final de su vida Descartes esbozó una teoría de las pasiones con la admiración, el amor y la generosidad, que siempre apuntan a un alter ego, como nociones clave para alcanzar la frágil felicidad mundana. Cabe preguntarse si estos aspectos, usualmente poco atendidos, permiten aproximar a Descartes al peculiar “género” de la confesión filosófica.
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