En el viaje a Andalucía que Francisco de Quevedo realizó en los primeros meses de 1624, como miembro de la comitiva real, se encontró durante la larga estancia en la ciudad de Sevilla, con viejos y nuevos amigos. Entre estos últimos, no cabe duda de que uno fue el Obispo de Bona, Juan de la Sal, a quien desde Madrid, el 17 de junio de 1624, Quevedo envió cuatro romances sobre otros tantos animales (el fénix, el pelícano, el basilisco y el unicornio), acompañados de una carta nuncupatoria, al principio de la cual el autor, junto con la habitual fórmula del envío, se detenía en la naturaleza fantástica y la fortuna literaria de los cuatro animales objeto de las composiciones poéticas. Este artículo analiza la presencia del ave fénix en diferentes contextos genéricos y obras.