Numerosos autores/as abrazan la idea de la permanente discusión, reflexión y dialéctica de la propia práctica (Pérez Gómez, 1995; Maggio, 2012; Edelstein, 2013; Davini, 2015; Litwin, 2016). Idea superadora al perfil tecnocrático y prescriptivo de la escuela tradicional. No sólo es saludable la reflexión sobre la propia práctica y mira a la mejora del ejercicio docente, es ineludible al compromiso de enseñar, y como tal, es un imperativo ético y moral de la tarea profesional de quien tiene la intención de enseñar.
Con estas breves palabras que exponen la importancia del análisis reflexivo, el primer paso al indagar y escrutar esta práctica de enseñanza es dándole entidad (o identidad). Las mismas tuvieron lugar entre la última quincena de abril y primera semana de junio del corriente año. La institución de acogida se corresponde con el Nivel Superior, y me desempeñé como practicante en el espacio curricular Seminario de Educación para la Salud, que figura como Unidad Curricular en el tercer año del programa de la carrera “Profesorado de Educación Inicial” del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. El curso, aparte de la docente a cargo y de mí, estaba compuesto por dieciocho alumnas, la mayoría de ellas trabajadoras, y/o con un rol materno activo, y/o que no cursaban Educación para la Salud de manera exclusiva.
La práctica consistió en el desarrollo de tres unidades didácticas . Todos los espacios comunicativos se construyeron en entornos virtuales, debido a la situación de emergencia sanitaria. Entendido este contexto, los dispositivos digitales también fueron protagonistas, ejemplo de ello, la plataforma Google Meet que auspició la comunicación remota durante las clases sincrónicas.
Las prácticas fueron extensas, y los intercambios de mensajes, constantes. Se suscitaron muchísimas situaciones, algunas más ricas que otras, algunas más potentes que otras. Tras una selección minuciosa, cuatro situaciones nodales pasaron el filtro, por considerarlas más holísticas y sustanciosas. A partir de ellas, confluirán las principales categorías teóricas que dan sustento a estas prácticas. ¡Cuánto para decir, para contar, para narrar (Anijovich et al., 2009; Maggio 2012)!¡Y cuánto que omitiré!
Así mismo, quisiera hacer una especial mención al acompañamiento. Estas prácticas no fueron gestadas en la penumbra de la soledad. Deben su riqueza intelectual, cognitiva y afectiva al trabajo profundo e incisivo de tres de mis compañeras, con quienes formamos un cuarteto de prácticas; y a las sugerencias, consejos e intercambios suscitados en los espacios de Tutorías entre el cuarteto y las docentes y ayudantes tutoras de las prácticas (nos nuclea la misma afiliación institucional).