Ante las numerosas amenazas a las que está sujeto el hombre, la proximidad de la muerte puede hacer declinar frente a la vida provocando un estado de desesperación por la posibilidad de destrucción de todo lo que se ha construido día tras día. Frente a ello, Gabriel Marcel, filósofo francés, encuentra en las relaciones humanas una nueva forma de comprensión de la muerte y, por ende, de la existencia. A través de la relación con el otro, especialmente con el amado, tomó conciencia del ser que nos subyace. El reconocimiento del ser como exigencia ontológica y de la libertad como acto que permite ser lo que soy en base a la intersubjetividad, libra al hombre de la desesperación. Para comprender ello, hay que pensar la muerte no desde la reflexión primera como problema, sino desde la reflexión segunda como misterio.