“…Posteriormente se determinó que, para el inicio de la gestación, las necesidades promedio de yodo (NPY) son de 150 µg/d y que al final de la gestación estas pueden llegar hasta 300 µg/d, cantidad necesaria para garantizar una concentración urinaria media de yodo óptima en el transcurso del embarazo (100-199 µg/L) (1,7). Las mujeres embarazadas con deficiencia leve de yodo (50-99 µg/L) y moderada (20-49 µg/L) pueden desarrollar hipotiroidismo subclínico, hipotiroidismo manifiesto o deficiencia aislada de T4, lo que se asocia con complicaciones materno-infantiles (7). Durante en el embarazo la deficiencia de yodo incrementa el riego de aborto, anomalías congénitas, restricción en el crecimiento intrauterino, y mortalidad perinatal (11) l. En el niño la deficiencia crónica de yodo causa hipotiroidismo congénito, cretinismo y deficiencias neuromotoras, intelectuales, conductuales y cognitivas, lo que lleva a problemas de aprendizaje, retraso mental irreversible, alteraciones en el crecimiento y defectos psicomotores (3,(9)(10)(11)(12)(13).…”