“…Como todas las personas, los religiosos también están expuestos a situaciones estresantes, especialmente las condiciones difíciles en la práctica del ministerio sacerdotal, las múltiples y pesadas tareas, la necesidad de adaptación a una sociedad cambiante, la falta de colaboración de los laicos, la insuficiencia de medios de acción, los conflictos interiores que provocan sentimientos de impotencia, aislamiento y soledad e indiferencia de superiores, demás compañeros y sociedad en general (Guindon, 1990, López, 2009). Además, experimentan desgaste cuando sus expectativas y el sentido de su llamado acaban en desilusión, pues sienten que su trabajo nunca se acaba y se cuestionan sobre si sus esfuerzos tienen algún resultado (Barnard & Curry, 2012;Doolittle, 2008). Otros factores quizás más críticos incluyen el descenso de la relevancia social y la autoridad moral (Vidal, 2012).…”