A través de un relato etnográfico, el texto analiza cómo el baile social puede convertirse en un discurso de afirmación cultural de un grupo subordinado. Se describe cómo, frente a un complejo de miradas que construían a un grupo de niñas como marroquíes, musulmanas, poco atractivas, o como objetos de educación e intervención, ellas respondieron afirmando su propia cultura con un discurso corporal inesperado. La forma en que las miradas construyen cuerpos se explora a través de metáforas: una mano que toca, un cincel que esculpe, un látigo que fustiga, y una telaraña que controla y atrapa los cuerpos. Debido a esta dimensión política del baile, los talleres también pueden ser una herramienta de opresión y silenciamiento; para evitarlo, se concluye con una serie de recomendaciones para implementar el baile en los procesos de intervención social.