“…Las estructuras anatómicas más frecuentemente afectadas son los nervios dentario inferior y lingual, las arterias carótida, vertebral y espinal, el espacio retrofaríngeo, la médula espinal y las vértebras cervicales (23). Por ello, es imperativa una vigilancia cercana del niño, ya que incluso las lesiones aparentemente insignificantes pueden causar graves secuelas a corto plazo, como celulitis facial, obstrucción de la vía aérea, abscesos profundos del cuello e intracraneales, mediastinitis, meningitis, enfisemas diseminados, trombosis de la carótida interna, apoplejías y otras afecciones neurovasculares (2,6,9,(23)(24)(25)(26); y aunque raras, estas secuelas son potencialmente riesgosas para la vida del paciente (2,6,9).…”