“…Se intuye así un imaginario transatlántico en el que Estados Unidos empezaba a tener un papel importante, especialmente en relación con Cuba. Por otra parte, el protagonista, al que antes de su transformación se presentaba en el sorprendente preliminar "Un hombre y una musa", se caracteriza por su experiencia americana en lugares como las Antillas o, más ampliamente, el Nuevo Mundo, del que se mencionan los "ríos de oro"… La obra de Rosalía se inscribe también, pues, en el espacio colonial, con todas sus ambigüedades, y en un discurso subyacente en el que la presencia de América, casi espectral en la medida en que no es nunca objeto de una representación directa (Loureiro 2003), se hace manifiesta no sólo como destino de la emigración. Y en donde las figuras del criollo y la del emigrante retornado comparten, a pesar de ser casi la inversión especular el uno del otro, una identidad híbrida, en cierto modo perturbadora, que parece ser considerada con un recelo a veces evidente, entre otras cosas por sus implicaciones socioeconómicas y comunitarias (véase también Rábade 2012: 89).…”