Se aborda en este artículo la posición de la Educación Social frente a la incidencia a nivel mundial del COVID-19 en el ámbito de la inclusión sociolaboral, que ha supuesto ysupone un nuevo reto global para sus profesionales. El aumento de la pobreza, el desempleo, las desigualdades y la calidad de la educación son elementos clave frente a los que actuar; como lo son también ese nuevo mundo de seres solitarios y distantes que se ha incrementadoy que persiste, como nueva invisibilidad, luchando por la supervivencia, los ingresos y el trabajo,en busca de un sentido a su humanidad. Una situación de crisis planetaria frente a la que diferentes profesionales de la acción socioeducativa han reaccionado con responsabilidad y efectividad, a pesar de las dificultades, la impotencia y la incertidumbre iniciales, junto a unasignificativa falta de recursos.La Educación Social ha de multiplicar sus efectos, desde la coproducción de significados y de realidades, en los espacios de participación que le son habituales y con los Objetivos deDesarrollo Sostenible (ODS) como objetivos compartidos. Frente a unas perspectivas de recuperación mundial poco alentadoras y al pronóstico a medio y largo plazo de un importante desfase educativo generacional que afectará directamente a las posibilidades de inclusión sociolaboral de la población joven, se plantea la necesidad de potenciar una educación presencial, próxima, que fomente el bienestar y la autonomía, la ciudadanía activa y que sea, como lo está siendo, crítica, transformadora y comprometida con sociedades sostenibles, justas y solidarias.