La reciente y creciente polarización en la esfera pública tiende a ser explicada como un producto de la proliferación de fenómenos populistas de diversa coloración ideológica. De este modo, discursos del odio, pasiones desatadas y retóricas deshumanizantes serían el resultado de una radicalización de la cultura política que podría provocar un pasaje de un saludable agonismo a un antagonismo radical. A decir verdad, la relación tan lineal entre polarización y populismo, como se lee y escucha en el ambiente, pareciera no ser tan simple y mucho menos sus derivas, que, por una parte, tensionan auténticos procesos de democratización y, por otra, pueden profundizar divisiones preexistentes que tenderían a generar una polarización perniciosa o, incluso, instalar un clima de convivencia protofascista en una sociedad cualquiera. Con todo, no es correcto trazar una línea que reduzca la polarización como un producto exclusivo y constitutivo del populismo, sino que, antes bien, como plantean Stavrakakis (2018) y Frank (2020), esa relación puede ser analizada en forma inversa: la radicalización que presenta un fenómeno populista -en un grado POLARIZACIÓN, DEMOCRACIA Y POPULISMO(S) REVISTA STVLTIFERA, 5(2), 2022.