Los emergentes modos de vida de lo moderno, suscitarían discusiones en su forma de habitar. Las Ciencias Sociales, pero señaladamente las disciplinas de las Humanidades, aseguraban que todo cambio social inicia en lo doméstico, en el núcleo familiar, por lo que se preguntaban cuál y cómo sería lo adecuado para vivir lo moderno: si lo colectivo y seriado, o lo individual y aislado. Así, y patrocinada por la promesa positivista, vivienda y casa surgen, en oposición ideológica, como la respuesta a esa interrogante que se intensifica luego de la Segunda Gran Guerra. Bajo otras motivaciones, esta discusión se replicaría en ciudades latinoamericanas. Específicamente México sería referente de este debate teórico en el que la casa resultaría como la manifestación de su modernidad debido, además, a que la naciente burguesía revolucionaria adoptaría sus principios. Este sentido de clase se enfatizaría en ciudades pequeñas donde, a diferencia de las ciudades hegemónicas, no sería producto de un posicionamiento ideológico, sino de su afán aspiracional a un mundo ideal aprendido, principalmente, por el acceso a las publicaciones de época. En este trabajo, y desde una postura fenomenológica y un método historiográfico, se reflexiona sobre esta discusión y alcances. Para ello, se toma como objeto a Tepic, Nayarit; ciudad virreinal del occidente mexicano que, al igual que sus semejantes provincianas, además de carecer de estudios respectivos, las casas de esta entrante sociedad posrevolucionaria reflejarían la impostura de un modernismo de revista que anunciaba, como venta por catálogo, diseños pretendidamente universales, progresistas y científicos.