“…La llegada de estas propuestas al estudiantado ha sido heterogénea, ya que el desarrollo de actividades a distancia, depende de múltiples variables que se vinculan con el acceso a la tecnología, la conectividad, la disponibilidad de dispositivos acordes a las tareas, los recursos pedagógicos, y las estrategias desarrolladas por las escuelas en todos sus niveles, frente al desafío que impone la dinámica de la pandemia, el aislamiento físico y su impacto sobre la vida social. las investigaciones sobre ESI (Faur, 2018;Faur & Fuentes, 2019;Fuentes, 2012;Gamba, 2018;Lavigne, 2016;Morgade, 2016;Ramírez, 2013) demuestran que «transmitir conocimientos» no basta para la apropiación de pautas de cuidado vinculadas a la sexualidad, la revisión de estereotipos y prejuicios de género o la problematización de situaciones de violencia. En otras palabras, las acciones sostenidas en la información y la comunicación de «temas» han sido limitadas para abordar la complejidad que supone un enfoque de género en la enseñanza.³ Lo que sí parece marcar la diferencia, tanto para docentes como para estudiantes, son los conocimientos que se producen en los pasillos, en los patios, en las situaciones que irrumpen, en fin, en la cotidianeidad del vínculo educativo, en la escucha docente, en el lazo que construye el ethos pedagógico y que se sostienen con la presencialidad.…”