“…Distintos investigadores han reportado que la vida espiritual suele generar efectos positivos en enfermos crónicos, en casos de depresión (Cotton Larking, Hoopes, Cromer & Rosenthal, 2005;Sorajjakool, Aja, Chilson, Ramirez-Jhonson & Earll, 2008), VIH (Ironson, Stuetzle & Fletcher, 2006), cáncer (McCoubrie & Davis, 2006), entre otros padecimientos. En esta misma tesitura, Baldacchino y Buhagiar (2003) han destacado en concordancia con otros investigadores (Halm, Myers & Bennetts, 2000 citados por Baldacchino & Buhagiar, 2003;Koenig, George & Siegler, 1988;Reed, 1987), que a pesar de que las personas pueden no ser altamente religiosas en su vida diaria, cuando llegan a enfermar suelen desarrollar prácticas religiosas como una forma de afrontamiento. Los investigadores consideran junto a otros (Bearon & Koenig, 1990;Dreyer, 1996citados por Baldacchino & Buhagiar, 2003Goddard, 1995), que esto es una consecuencia de la pérdida de control experimentada sobre la enfermedad y sus consecuencias; las personas necesitan encontrar un sentido y un propósito en esa experiencia y afrontar el estrés resultante; por ello, buscan ir más allá de sí mismos hasta alcanzar un poder superior o a Dios.…”