“…A pesar de los progresos considerables en la comprensión de cómo la variabilidad del flujo sostiene los ecosistemas fluviales y el hábitat de las especies en Europa (Biggs, Nikora & Snelder, 2005;Hughes & Rood, 2003), Norte América (Tharme, 2003;Cottingham, Quinn, King, Norris, Chessman & Marshall, 2005;Poff et al, 2010;Linnansaari, Monk, Baird & Curry, 2012), Sudamérica (Rodríguez, Chreties, Crisci, Fernández, Colombo, Lanzilotta, & Conde, 2011 y específicamente en Colombia (Parra & Carvajal, 2012;Cardona, 2012;Pinilla et al, 2014); en nuestro país, en la estimación de los caudales ecológicos se ignora la complejidad del sistema natural, en favor de metodologías que solo tienen en cuenta la información hidrológica e hidráulica y que desconocen la importancia de las relaciones ecológicas (Díez & Burbano, 2006). En este contexto, según la normatividad colombiana, la estimación de los caudales ecológicos y ambientales se basa en la curva de duración de flujo, el índice de regulación hídrica y el valor de permanencia del flujo durante el 85 o 75 % del tiempo (Lozano, Monsalve, García, Rodríguez, Gómez.…”