“…El llamado "proyecto de los 30" (dentro del cual pueden destacarse los trabajos antropológicos y literarios de Fernando Ortiz, Nicolás Guillén y Lydia Cabrera) fue sin duda determinante para la comprensión de los múltiples intercambios y/o transacciones culturales acaecidas en las distintas regiones de ese "meta-archipiélago sin centro y sin límites" (Benítez Rojo, 1986) que conforma los Caribes. Para Nancy Morejón (2004), el impacto del "descubrimiento" del concepto central de transculturación (propuesto y desarrollado en la obra etnográfica de Ortiz, con una formulación comparable en la del martiniqués Édouard Glissant y su "criollización") fue tal que por muchos años ayudó a sedimentar "una poética del Caribe sustentada en la imago, en el caosmundo, en los mitos que la alimentan y circundan, así como en el arsenal de lo imaginario" (p. 24). Para ese momento, la transculturación, en un sentido "original", era planteada por Ortiz (1987) desde los procesos de asimilación/retroalimentación entre las diversas diásporas africanas y el resto de las oleadas inmigratorias "blancas" que poblaron y se asentaron en los Caribes 1 o, a saber, como lo define ampliamente el autor: Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una distinta cultura, que es lo que en rigor indica la voz anglo-americana aculturation, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación.…”