A finales del siglo XX, en el contexto de la construcción de una Sociedad del Conocimiento (Bell, 1973), surge, especialmente con foco en el Reino Unido, una corriente crítica del papel, misión y función de la Universidad. Como consecuencia de este proceso de reflexión se incorpora a sus dos funciones básicas de enseñanza superior e investigación una tercera misión clave para la sociedad: "producir conocimiento aplicable y fomentar la innovación, formar y reciclar profesionales cualificados a lo largo de la vida, valorizar la investigación y fomentar proyectos emprendedores o llevar a cabo proyectos de desarrollo territorial en colaboración con el resto de agentes del sistema económico" (ACUP, 2008). Esta tercera misión incluye tareas muy diversas que son difíciles de clasificar, que involucran desde la formación continua de los profesionales, con un especial énfasis en la formación eLearning (García-Peñalvo & Seoane-Pardo, 2015), hasta la creación de proyectos empresariales y la inserción de laboral de titulados y doctores. En general, el paradigma de la tercera misión se basa en dos pilares principales, por un lado la responsabilidad social institucional de la universidad; y, por otro, el compromiso de transformar el conocimiento en valor económico, incidiendo en la competitividad y facilitando la innovación, la creatividad y el desarrollo cultural, científico y tecnológico (Vilalta, 2013). Es decir, los ejes principales de esta tercera misión son el emprendimiento, la innovación y el compromiso social (Bueno Campos & Casani, 2007), lo que es congruente con los conceptos que se