Las figuras antropomorfas del Calcolítico en el sur de la península Ibérica son excepcionales por su número y detallismo dentro del conjunto de ídolos peninsulares. Estas piezas presentan una sorprendente homogeneidad estilística entre el Alentejo y Almería que sugiere creencias comunes dentro de las diferentes entidades políticas que existieron en el sur peninsular en el tercer milenio a. C. Desde nuestro punto de vista las figuras antropomorfas no corresponden a una divinidad, sino a un oferente ante la divinidad, lo que explica su presencia no sólo en ámbitos sepulcrales como Perdigões, Torredelcampo o Marroquíes Altos, o en lugares donde se celebraron rituales como el pozo 1 del cerro de la Cabeza en Valencina de la Concepción, sino también su hallazgo en ámbitos domésticos como cabañas en El Malagón, Marroquíes Bajos y presumiblemente La Pijotilla. Estas piezas debían ser ofrendas de los vivos o los muertos en honor a la divinidad. Esto explicaría también la posición de los brazos que están con las manos unidas, a modo de sumisión voluntaria al hablar con el dios, y su posición de pie al situarse frente a la divinidad. El elemento más llamativo, dos grandes ojos, muestran que el suplicante sólo se fijaba en la divinidad, captando toda la luz que irradiaba.