La opresión patriarcal reservó a las mujeres un lugar social, simbólico, enmarcado por segregación, desvalorización de su trabajo y rol social. Al mismo tiempo desarrolló practicas de vigilancia y punición moral dirigidas a la reproducción biológica y a la reproducción de las condiciones de la vida cotidiana. Esta, la reproducción social, se imparte como “cosa de mujeres”. Desde la era moderna del mundo occidental, casas de detención y hospicios o hospitales se crearon para “guardar” mujeres de condición económica, mental o sexual considerada peligrosa por las autoridades locales o por los “jefes” de su misma familia. La perplejidad expresada por Mary Bosworth (2000) sigue siendo pertinente: tras décadas, siglos, y con variaciones de ámbito nacional, penal, político, epocal, esas prisiones fueron conformadas por normas de moralización en tornoa la “feminidad”, con sorprendentes rasgos de permanencia histórica de desigualdad.Unos fuertes marcadores socio-culturales a retener: las lectoras de la biblioteca pesquisada eran, en buena medida, mujeres de clases populares, lo que no es frecuenteen bibliotecas públicas portuguesas. Como pude constatar, poquísimas de las mujeres con que interactué había alguna vez entrado a una biblioteca. Las mujeres racializadas,principalmente gitanas y negras, tenían ahí representación numérica muy superior a la estimada para esta población en el país en general (Sequeiros 2018, 114-115).