“…Es decir, la música popular urbana que aparece en los libros de texto no coincide con las preferencias musicales de los estudiantes, por lo que estos no se encuentran representados en este nivel de concreción curricular. Esto es contrario a los principios de la pedagogía crítica (Abrahams, 2005;Cavicchi, 2009;Gowan, 2016;Hebert, 2009), de la educación para la justicia social (Karlsen y Westerlund, 2010;Roberts y Campbell, 2015;Spruce, 2015;Younker y Hickey, 2007) y de la educación sensible a la cultura (Abril, 2013;Lind y McKoy, 2016;Lynch, 2012;Shaw, 2012). En su aplicación a la educación musical, estas tradiciones sostienen la necesidad de reconocer y valorar las vivencias e intereses de los estudiantes, otorgándoles voz para participar en la construcción conjunta del currículum como forma de experimentación de los procesos democráticos en la escuela (Allsup, 2004;Bowman, 2004;Christophersen y Gullberg, 2017;Emmons, 2004;Mercado, 2019;Väkevä, 2009;Woodward, 2017).…”