“…Para Leguizamón et al (2020), todo currículo requiere de un paradigma que sirva de soporte, en la medida que este determinará la base de los procesos y herramientas didácticas a emplear; así, lo primero a tomar en cuenta es, que por el presupuesto de autonomía universitaria, muchas casas de estudio habían preferido adoptar el modelo tradicional; por ende, el proceso de enseñanza y aprendizaje apelaba a métodos, estrategias y herramientas centradas en la adquisición de datos; sin embargo, la sociedad de la información exigió la adopción del enfoque por competencias, entendiendo una competencia como "la capacidad para responder a las demandas, realizando las tareas de forma adecuada, combinando habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones, así como otros componentes sociales y comportamentales para lograr una acción eficaz" (Gutiérrez y Ayala, 2021, p.245). Gurianov et al (2021); Martínez (2019); García (2021) sostienen, que lo anterior se estableció con el fin de asegurar la continuidad de los otros niveles de educación y apostar por una visión compleja de la universidad, concebida no solo como el lugar en donde se capacita a los futuros profesionales, sino como una institución social comprometida con su coyuntura, y por ende, con el deber de generar personas con un sentido crítico, transformador e integral; no obstante, el cambio de enfoque solo fue el primer paso para transformar el proceso de enseñanza y aprendizaje en las aulas, en la medida que hacía falta revolucionar el ámbito de las metodologías, estrategias y herramientas empleadas en el desarrollo de las sesiones de clases; por ello, surgió un particular interés en el estudio de la didáctica universitaria y la gestión pedagógica (Guzmán et al, 2021).…”