El conquistador, ese «alucinado que combina las experiencias y afanes cotidianos con los recuerdos y fantasías del pasado», llega a Indias con un bagaje de palabras y de gestos que aplica a realidades semejantes o utiliza en otro contexto y comúnmente adapta. Si se trata de gestos, no debe extrañarnos que un disparador de analogías entre lo medieval y lo indiano pueda ser la reiteración en estas tierras de acciones que se centran en la mesadura de cabello y barbas, ya propios, ya ajenos.