“…Comentábamos en los puntos anteriores, que la miseria del mendigo impide a este cumplir con las demandas que exigen las relaciones de reciprocidad de la sociedad griega, lo que conlleva que este sufra de un progresivo proceso de desarraigo y exclusión social, que culmina con su "muerte social" y, en ocasiones, con el abandono de la comunidad y el inicio de una vida errante, lo que hace de él un aoikos en el doble sentido del término (Roubineau 2013(Roubineau : 36, 2015. El mendigo es, por tanto, un "extranjero", un xenos, y aunque como tal puede ser recibido como un huésped, como hemos visto antes, por lo general, los espacios en los que es situado, en los que se imagina, de los que se le expulsa o que se le quieren prohibir tienden a subrayar su condición de "exclusión", "marginalización" y "no pertenencia" a la comunidad.…”