“…Como paso inicial, es importante recordar que las personas con mordeduras de perro deben ser consideradas como pacientes de trauma y deben ser examinadas como tales, ya que una mordedura que a simple vista puede tratarse de una laceración pequeña puede estar acompañada por cuerpos extraños difíciles de acceder, fracturas asociadas o daño neurovascular, que pueden repercutir a futuro en el paciente con consecuencias permanentes (1,2,9). Habiendo expuesto la importancia de dar un manejo inicial apropiado para pacientes de trauma a todas las mordeduras, se infiere la necesidad de hacer una buena y expedita exploración inicial, en la que se debe: buscar heridas que amenacen la vida, evaluar sangrado activo, y realizar una revisión general que descarte la inestabilidad del paciente antes de continuar con el manejo (6,9). Si se determina que el paciente está estable, se debe historiar exhaustivamente al paciente y a posibles testigos sobre el incidente, tomando en cuenta datos importantes como el estado de salud del perro, el contexto de la mordedura (provocado o no); tamaño y raza del perro, que pueden indicar la severidad del daño; heridas o traumas asociados, como lo son las caídas, intervenciones previas al acceso al servicio de salud, tiempo transcurrido desde el suceso, y otros detalles que puedan aportar información sobre el escenario clínico, apoyando al médico a evaluar a los pacientes que se presenten con este mecanismo de trauma (10,11).…”