El feocromocitoma maligno supone el 10-20% de los feocromocitomas (1). Es una neoplasia de mal pronóstico, ya que su supervivencia a los cinco años es del 40% (2). No existen criterios histológicos o bioquímicos para determinar la malignidad de este tumor, y es diagnosticado sólo por demostración de tejido tumoral en localizaciones donde, en condiciones normales, no existen células cromafines, principalmente en huesos, hígado, pulmón y ganglios linfáticos (1,3). El principio básico del tratamiento, siempre que sea posible, es la cirugía, tanto del tumor primario como de las metástasis, así como de las posibles recidivas. Los fármacos antihipertensivos se usan para bloquear los efectos de las catecolaminas mientras que la alfametiltirosina inhibe la síntesis de catecolaminas, pero éstas terapias no inhiben el crecimiento de los tumores. El empleo de radioterapia, que sólo resulta útil a dosis superiores a 40 Gy tiene poco valor en tejidos blandos y es más eficaz en metástasis óseas para el control del dolor o si masas de tumor irresecable producen síntomas locales (4). La quimioterapia, con una combinación de ciclofosfamida, vincristina y dacarbacina, tan sólo tiene una finalidad paliativa, habiéndose descrito unos resultados variables (4,5). Otra alternativa al tratamiento de estos tumores es la utilización de metiliodobencilguanidina marcada con I 131 (I 131 MIBG), radioisótopo que se utiliza desde mediados de los años 80 para el diagnóstico de este tipo de neoplasias (6).