“…Y, consecuentemente con lo que acabo de exponer, yo postulo que el hecho de que la dimensión explícita, susceptible de ser verbalizada, deriva de la dimensión implícita de sentimientos y pensamientos es de una importancia trascendental y nos lleva a la comprensión de la esencia o genio de las experiencias terapéuticas, porque, si tal es así, el diálogo paciente-terapeuta, desplegado de forma simétrica, igualitaria y no impositiva, a la que más adelante volveré a referirme, desarrolla e incrementa la función reflexiva del self (Aron, L., 2001) en la que el sujeto se experimenta a sí mismo, a la vez, como sujeto y como objeto, como experimentum y como experimentador, lo que permite la plena función de la consciencia reflexiva (Fosshage, ,2005(Fosshage, , , 2007(Fosshage, , , 2011(Fosshage, , , 2016, gracias a la cual paciente y analista pueden descubrir las experiencias implícitas que se esconden en los patrones Pero, he de advertir que, para que la modificación en el inconsciente relacional alcance un grado significativo, no basta una implementación meramente a nivel cognitivo, sino que es a través de la sintonización psicobiológica de las mentes corporeizadas de paciente y analista que puede producirse el cambio. Dicho de otra manera: El cambio psíquico se logra a través de la interacción entre los dos sistemas dinámicos, intersubjetivos, adaptativos y no lineales que constituyen paciente y terapeuta.…”