“…Esta autora, ofrece un análisis en la misma línea que MacKinnon, asumiendo en la pornografía la mujer es representada como un objeto de uso sexual masculino, convirtiéndose en una realidad sexual donde este contenido produce un doble daño: por un lado, crea a las mujeres como sujetos a dominar, y por otro, domina y humilla efectivamente a aquellas que aparecen en las representaciones pornográficas (Dworkin, 1989). Así mismo, expone las inclinaciones sexuales agresivas como base de la imposición de poder en los roles de género propios de la cultura patriarcal (Streeter, 2018). La cultura del sexo de muchos territorios ha ido cambiando conforme se ha desarrollado la globalización de la producción y distribución de pornografía, provocando de esta manera daños a diferentes niveles en mujeres y niñas de todo el mundo (Jeffreys, 2011).…”