“…La organización de los procesos de producción convierte al ser humano en una extensión más de la maquinaria, doblegando y acuñando su identidad hacia el servicio de los intereses del capital, dando continuidad al "imperio de la razón occidental" (Ibarra, 2010). Ante todo, este pasaje histórico de la modernidad, en sus entrañas, la ética es un valor que ha mutado, hacia los fines de la racionalidad instrumental, haciendo a un lado sus principios esenciales de cuidado y respeto a la vida, así como a los derechos humanos que se desprenden de ella.…”