La geopolítica del COVID-19, en lugar de propiciar una estrategia global articulada para enfrentar la pandemia, va siendo manipulada por las potencias occidentales para sus confrontaciones inter-hegemónicas con Rusia y China. Ha quedado más que demostrado que el COVID-19 no es el ébola que, en su dramática mortalidad, quedó circunscrito a áreas y países determinados de África. La propia naturaleza expansiva del virus, unida a la interdependencia económica y la globalización imperante, impiden soluciones nacionales duraderas, si no se adoptan compromisos políticos fiables entre los grandes poderes del planeta. Cuba no buscó un protagonismo internacional ante la crisis del COVID-19. Sus políticas internacionales históricas, como parte del proyecto de salud generado a partir del triunfo de la Revolución de enero de 1959, han colocado al país como un actor activo dentro de la nueva geopolítica global surgida; generándole tanto apoyos como fuertes críticos, en medio de una agudización sin precedentes del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos.