“…Asimismo, el énfasis por abrir espacios para que el alumnado participe productivamente en las prácticas científicas ha impulsado a más docentes a involucrar al alumnado en actividades basadas en la indagación, modelización y argumentación (Domènech-Casal, 2017;Garrido y Couso, 2013;Jiménez-Aleixandre, 2010;Crujeiras, et al, 2013;Crujeiras y Jiménez-Aleixandre, 2018;Jiménez-Liso et al, 2018), reclamando la necesidad de generar actitudes positivas hacia la ciencia, desarrollar el pensamiento crítico y dudar de cualquier afirmación que no se sustente mediante pruebas (Jiménez-Liso, 2020). En definitiva, a diferencia de exponer el conocimiento disciplinario como ocurre en enfoques tradicionales, el planteamiento de un problema auténtico de la vida real que permita contextualizar el aprendizaje de la Química promueve el desarrollo de habilidades lógicas, críticas y creativas en el alumnado, así como la motivación, al dotar de sentido y utilidad a los contenidos que se van a estudiar (Bellová et al, 2018).…”