“…Además del control masculino de la conversación online (Poland, 2016) -constatada en este trabajo-y el empeño de los troles en coartar la plena participación de las mujeres en internet (Mantilla, 2013), deben tomarse en consideración, entre otras, las siguientes cuestiones: la conformación diferenciada de los roles e intereses de las mujeres durante el proceso de socialización de género (Bernárdez, 2015); la importancia de los usos del tiempo en relación con las tecnologías (Zafra, 2013) y, muy especialmente, en lo concerniente a la feminización de los trabajos de cuidados, que condiciona la disponibilidad y gestión del tiempo libre de las mujeres para dedicar a este tipo de prácticas online (Martínez-Jiménez, 2013); la precariedad, temporalidad, parcialidad y menor tecnologización de sus condiciones laborales, en la medida en que el trabajo remunerado concentra las posibilidades de relación de estas con las TIC (Wajcman, 2004); y, por supuesto, el silencio aprehendido, la minusvaloración de sus propias opiniones y su permanencia en la retaguardia de los debates como normas e, incluso, estrategias de supervivencia en las sociedades patriarcales. Estas y otras muchas desigualdades estructurales no solo determinan las diferencias de género en el acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (primera brecha digital), sino que también atraviesan la frecuencia y los usos de las TIC (segunda brecha digital), así como sus significaciones de género (Castaño, Martín y Martínez, 2011;Wajcman, 2010). En relación a esta segunda brecha, los datos referentes a España demuestran una notable segmentación generizada en relación a los usos de internet: asociados al disfrute y el ámbito económico en el caso de los hombres -categorías en las que se incluye el consumo de prensa digital-y vinculados al bienestar social (empleo, salud y formación) para las mujeres (Castaño et al, 2011).…”