Con base en un estudio etnográfico llevado a cabo en Ciudad de México con personal médico de clínicas de reproducción asistida, así como entre usuarios y usuarias de fertilización in vitro (FIV), este artículo explora el entramado de relaciones en que se ubican los embriones criopreservados y vitrificados. Postula que, al crear seres inclasificables desde el punto de vista de moral y legal, las biotecnologías perturban el equilibrio de categorías preexistentes y originan otras. Explica cómo el marco legal, religioso y político que impera en México durante el periodo 2015-2017 determina que, al producto de esta tecnología, se le pueda considerar "hijo", "bebé", "no nacido" o "concebido", entre otros apelativos. El óvulo fertilizado aparece, entonces, en el discurso y en el habla bajo términos de apelación que evocan aspectos subjetivos y relacionales. El destino final del embrión su conservación, donación a la investigación su conservación, donación a la investigación científica, adopción o desecho no solo depende de su científica, adopción o desechosu conservación, donación a la investigación científica, adopción o desecho no solo depende de su no solo depende de su reconocimiento bajo alguno de esos términos, sino que, tal como estudios realizados en Francia (Giraud, 2014) y Estados Unidos (Collard y Kashmeri, 2009; Cromer, 2018) plantean, otros parámetros intervienen, como la edad, el sexo, la situación financiera o de salud de los padres o propietarios. El presente estudio va más allá al sugerir que el lugar de los embriones en la genealogía tanto como la experiencia previa de los padres o propietarios en ciclos de FIV son factores definitorios en la personificación y en el establecimiento de lazos de parentesco.