“…Con estos cambios se dio lugar a una civilización más moderna que culmina con la producción masificada, los complejos industriales y las corporaciones transnacionales (Roel, 1998). Desde la perspectiva macroeconómica, la evolución del sector agropecuario podía generar crecimiento económico mediante el fortalecimiento de la capacidad productiva de las empresas; pese a ello, los sectores se enfrentaban a riesgos en su producción provocados por el clima, plagas, shocks exógenos, fluctuaciones en precios de insumos y productos agrícolas, lo que generó pérdidas a agricultores, ganaderos y empresas manufactureras (Broka et al, 2016). Finalmente, con la cuarta Revolución Industrial -conocida como Industria 4.0-se desarrollan, a inicios del siglo XX, transformaciones aceleradas con alcance global, que manejan nuevas tecnologías para mejorar la productividad; no obstante, sus efectos resultan ser tanto positivos como negativos: por un lado, se denotan avances en la economía y tecnología, pero, por otro, se origina un incremento de la inequidad social, barreras tarifarias, migraciones de zonas urbanas a rurales, falta de adaptación a nuevos métodos, mayor inversión, etc.…”