“…Resulta por tanto ineludible este principio para la correcta interpretación del bien y el mal, y para el perfeccionamiento moral; antítesis del antropocentrismo despótico, al proponer la necesaria relación con Dios, con el prójimo y con la Tierra, trascendentales para la existencia. Ante el postulado según Berry de que "la preocupación por el Cristo histórico no es en este momento servicial" (Berry 1991, 75), urge anunciar el pensamiento tomista de que son las palabras de Cristo las que preservan la vida integral en plenitud (George 2019). Y esta es la justificación y pertinencia de implementar al servicio de la comunidad académica, la denominada Educación Integral, como materia normativa, en íntima relación con una antropología cristiana, capaz de favorecer el capital ético en valores morales, el bienestar personal, social, y del ecosistema, con una profunda consciencia autónoma y responsable.…”