“…La danza, se ha representado como una práctica carente de funcionalidad productiva y profesional para la sociedad, al punto de considerarla inútil. Esta realidad, supera la retórica argumentativa del problema y se configura como una verdad que rompe fronteras, a juzgar por los resultados de las investigaciones reportadas desde Reino Unido (Vincent, Timmons, y Mulholland, 2021), Noruega, (Ørbaek, y Engelsrud, 2021), Nigeria (Justin, 2021), Ghana (Petrie, 2020), India (Singh y Devi, 2021), Inglaterra (Connell, 2009), España (Arias, Rodríguez y Sánchez,2021), Chile (Saavedra, 2016), Estados Unidos (Wilson y Moffett, 2017), Escocia (Vincent, Timmons, y Mulholland, 2021), Argentina (Saavedra, 2016), Colombia (Pulido, 2021) y Ecuador (Morocho, 2022), en donde el valor de la danza, como generadora del pensamiento complejo, integral y relacional, no existe y, mucho menos, la posibilidad de considerarla como instrumento para impulsar la conciencia creativa, experimental e independiente en el estudiante.…”