De una forma de trabajo a otra, de un espacio a otro, de un libro a otro, de un poema a un cuadro, lo que se arriesga en la performance de Fernanda Laguna es una manera singular de seguir haciendo arte. En su libro Amor total. Los 90 y el camino del corazón (2020), Laguna escribe junto con Bárbara Golubicki su biografía y explica: “En 1993 el artista plástico Agustín Inchausti le enseñó lo que desde ese momento se convertiría en el camino del artista: el camino del corazón” (91). De este modo, Laguna traza para su obra un recorrido no circunscrito únicamente a lo poético dado que incluye –en la preferencia por el término artista en lugar de poeta, escritora o artista plástica– tanto su producción visual como sus proyectos culturales. “El camino de la performance” refiere a un modo de pensar la obra de Laguna que busca nombrar el movimiento y dar cuenta de los cruces que la constituyen. Estudiar su obra a partir de la distinción genérica –deslindando lo visual de lo poético, por ejemplo– no hace sino reducir la fuerza artística que propone: “Me gustaría escribir mil cosas y que todas tengan que ver con todo. Siempre lo que hago tiene que ver con eso. Que todas las cosas confluyan en una: en todo. Una forma de integración para siempre”, escribe en el 2006, en uno de sus textos curatoriales reunido en Espectacular. Cartas y textos de arte (2019: 11). Este camino no designa un programa artístico desplazado a partir de saberes o de un método razonado, sino más bien un movimiento que no se detiene, guiado por los afectos y los deseos que adscriben a la inestabilidad, el no saber y la deriva. La decisión de que el camino sea el “de la performance” parte de una concepción de su obra como arte del hacer, lo que permite describir y analizar las estrategias que aseguran una apertura y reactualización de su poética, cuestiones que en un estudio acotado al campo poético no pueden problematizarse. Asimismo, la noción de performance responde a las implicancias temporales y materiales que son convocadas directamente por su obra: la flexión sobre el presente, la tensión entre el ser y el representar del performer, la teatralidad, el no saber, lo táctil y lo corporal, junto con la exploración de lo efímero y de lo precario. La tesis parte de la consideración, entonces, de que las producciones de Laguna conforman una obra por vía de la performance, en la medida en que su conjunto idea un modo inédito de seguir produciendo que puede pensarse atravesado por la interrogación e invención continuas de distintas formas de hacer: poesía, libros, espacios, muestras, textos curatoriales, novelas, puestas en voz, yoes y géneros. La pregunta que instala Laguna no se reduce a cómo escribir o cómo editar, sino que se refiere a qué camino seguir para hacer arte. Considerada una figura central en el arte contemporáneo argentino por los estudios artísticos y culturales, Laguna produjo una obra que aún no fue estudiada a partir de los problemas críticos y teóricos que implica contemplar las vinculaciones entre sus textos, sus producciones visuales, sus proyectos y sus performances. Para posibilitar nuevas lecturas de su obra, será imprescindible abrir el análisis a zonas que exceden sus publicaciones: los aspectos performáticos de los poemas y de los yoes que construye Laguna entre los que se encuentra su heterónimo Dalia Rosetti; la presencia del cuerpo y de la voz; lo afectivo y el trabajo con lo visual. La hipótesis general que atraviesa la tesis sostiene que la performance de Laguna, en tanto forma de seguir haciendo arte, adopta la obcecación y el desplazamiento como estrategias para no detener el movimiento.