“…Estas regiones específicas corresponden a aquellas cuyo desarrollo se produce en personas neurotípicas en los primeros 4 años de vida, e incluyen zonas frontales mediales, zonas límbicas y zonas subcorticales. En concreto, estas zonas relevantes en el autismo son la corteza frontal medial (Carper et al, 2002;Carper & Courchesne, 2005;Herbert et al, 2004), el lóbulo temporal, áreas límbicas como el hipocampo Barnea-Goraly et al, 2014), la amígdala (Mosconi et al, 2009;Munson et al, 2006;Nordahl et al, 2012;Schumann et al, 2009;Sparks et al, 2002), y el córtex cingulado (Joseph, Ehrman, McNally & Keehn, 2008;Bush, Luu & Posner, 2000;Thakkar et al, 2008), y zonas subcorticales como el estriado (Sears et al, 1999;Hazlett et al, 2005;, y el tálamo (Say et al, 2014;Schuetze et al, 2016 Por tanto, la trayectoria de desarrollo cerebral observada en individuos con TEA indica un patrón de crecimiento acelerado durante la infancia, seguido de una ralentización en la adolescencia temprana para igualarse al final de la adolescencia y durante la edad adulta. Este proceso madurativo es diferente en el desarrollo cerebral humano típico, donde el volumen cerebral total presenta una trayectoria en forma de U invertida, con un crecimiento rápido en la infancia y con un punto máximo sobre 10-12 años para empezar a declinar sobre la adolescencia tardía (Lenroot et al, 2007) logrando el tamaño del volumen de adulto más tarde que el grupo con TEA.…”