Es poco conocida la escultura burgalesa de las décadas posteriores a 1530, trás abandonar la ciudad de Burgos los escultores Felipe Vigarny y Diego de Siloé. Fue notable el decaimiento artístico de la ciudad. Persistió un estilo ecléctico que suma la herencia clásica del último Vigarny con un fino y poético aire melancólico -en dulces y quebra dizas figuras-que se inspira en las creaciones de Siloé. En los mejores artistas se observa un estilo blando, de fuerte idealismo; las cabezas se presentan ladeadas, con expresión ensimismada y cabellos ondulados en colgantes guedejas. No se aprecia influjo de la agitación y fuerte expresionismo que irradia por Castilla el taller vallisoletano de Berru guete -si se hace salvedad de algunas obras que se suelen relacionar con Valmaseda-. Refuerza la impresión ecléctica el desconocimiento de las personalidades artísticas de quienes trabajaron en esos años. Faltan artistas de fuerte personalidad. Casi todos se conforman con mantener viva, en la medida de sus posibilidades, las creaciones de los grandes autores citados.Los numerosos encargos recibidos por Vigarny pronto desbordaron sus posibilidades personales. La «industrialización» de su producción artística contribuyó a la aparición de un estilo repetitivo y monótono presente en muchas creaciones burgalesas entre 1520 y 1555. Señorea la escultura de estos años, el estilo derivado del altar mayor de la capilla del Condestable en la catedral de Burgos, como ya observara Weise. No faltan algunas creaciones de notable calidad -particularmente mo numentos funerarios-. Sin embargo, es evidente que, como en otras ramas de la actividad artística, Burgos perdió la primacía que había ostentado desde finales del siglo XV.Buena parte de los artistas de los años que comentamos se formaron en el taller de Felipe Vigarny o, al menos, estuvieron relacionados con él. Aunque sus estilos están por definirse, en casi todos se aprecia la