“…Esta tensión fundamental subyace y caracteriza el quehacer de la memoria histórica; así, produce una contradicción inherente, inevitable tal vez, pero al mismo tiempo frugal, ya que nos enseña que la memoria no puede reducirse a ninguno de estos extremos, sino que requiere establecer un diálogo entre ambos. De hecho, reflexiones conceptuales previas señalan que la memoria y la historia reciente no están separadas indefectiblemente sino que, por el contrario, están en permanente interacción, ya que el fortalecimiento de una lleva también a una mayor exploración de la otra (Torres, 2016). En este sentido, desde nuestra perspectiva, la educación en memoria histórica requiere poner a dialogar tres niveles de memoria: la personal, la colectiva y la histórica, esta última entendida como las reconstrucciones históricas y judiciales producto de los procesos de justicia transicional (cnmh, 2016;Corredor, Wills y Asensio-Brouard, 2018).…”