“…El VHC se transmite principalmente por contacto con sangre por vía parenteral y menos frecuentemente por vía sexual y por transmisión vertical. Existe plausibilidad biológica de que el VHC se transmita también por otros fluidos corporales de los que se ha aislado con variable frecuencia, tales como líquido ascítico (Antonucci et al, 2017;Liou et al, 1992), bilis (Haruna, Kanda, Honda, Takao, & Hayashi, 2001), líquido peritoneal (Cusumano, Poratto, del Pino, Fernández, & Vilches, 2005;González et al, 2010), líquido cefalorraquídeo (Laskus et al, 2002), saliva (Caldeira et al, 2013;Xavier, de Deus, de Almeria, Duarte, & de Castro, 2015), semen (Bradshaw et al, 2015, Turner et al, 2016, secreciones vaginales (Nowicki et al, 2005;Wang et al, 2011), orina (Shafique et al, 2009), secreciones rectales (Foster et al, 2017), heces (Heidrich et al, 2016), sudor (Ortiz-Movilla et al, 2002, humor acuoso y lágrimas (Atas et al, 2016), secreciones nasales (Aaron et al, 2008;McMahon et al, 2004), líquido amniótico (Delamare et al, 1999) y líquido folicular (Devaux et al, 2003). Es de hacer notar que no todos los estudios que han aislado VHC de estos fluidos han demostrado la infectividad de las partículas aisladas, y que en el caso de la leche materna, Pfaender y colaboradores (2013) llegaron a la conclusión que la actividad antiviral de la leche materna hace que el riesgo de transmisión por lactancia materna sea muy bajo, a menos que se realice con los pezones sangrantes.…”