“…El manejo conservador (ortopédico) ya no es una tendencia en la práctica médica (Martín et al, 2003), siendo utilizado solo en el 1% (Rueda et al, 2017). Esto puede deberse a que este manejo se ha asociado a altas tasas de morbimortalidad, encamamiento prolongado, dolor ocasionado por la fractura no inmovilizada, pérdidas sanguíneas, deformidades secundarias a acortamiento o a la consolidación viciosa si es que ésta llega a producirse, deterioro funcional grave, (García & Fernández, 2018) entre otros motivos que explican que el tratamiento conservador está confinado para pacientes con condiciones que contraindiquen absolutamente el tratamiento quirúrgico, como alto riesgo de muerte al recibir anestesia (Rueda et al, 2017), pacientes cuyo estado general es muy crítico (Magallanes, 2018), pacientes en fase final de vida (Van de Ree et al, 2017), deterioro cognitivo avanzado que además presente una severa limitación funcional, buena tolerancia al dolor (García & Fernández, 2018), aquellos que ya no caminan o estaban encamados previo a la fractura (Palomino et al, 2016).…”