“…Sin embargo, el resultado y el alcance del ejercicio del liderazgo femenino generalmente siempre ha sido percibido de un modo muy positivo, pues disfruta de ventajas definidas por la naturaleza del género como la transmisión de confianza y seguridad a los miembros de la organización ante la incertidumbre, la prudencia en la toma de decisiones, una mejora de los resultados en organizaciones en las que predomina el empleo femenino (debido a una mejor interpretación de las señales relacionadas con la productividad) o la habilidad de manejar un estilo de comunicación habitualmente más amable y empático que el de los líderes masculinos (Arvate, Galilea y Todescat, 2018;Flabbi et al, 2019;Post, Latu y Belkin, 2019;Yue y King, 2021). No obstante, resulta pertinente constatar que, a pesar de que estos atributos relacionados con el género o que otros como un mejor manejo de lo relativo a las emociones, una mayor tendencia al equilibrio o una apuesta más comprometida por la participación, proporcionen a las mujeres una forma diferente de afrontar el liderazgo, tanto el ejercicio profesional como los estudios académicos sobre igualdad vienen demostrando desde mucho tiempo que la efectividad en el desempeño del liderazgo es similar en hombres y mujeres (Welty-Peachey y Burton, 2011; Chen et al, 2018;Maida y Weber, 2022).…”