“…Así también, manifestaciones como fatiga crónica, sentimientos de tristeza o decaimiento, angustia o desesperación, problemas de concentración, sentimientos de agresividad o irritabilidad, tendencia a la discusión y el desgano por las labores educativas (síntomas) disminuyeron de forma significativa, lo que es ampliamente beneficioso para los educados, ya que mejora, de manera indirecta, su estado de ánimo, sensación de bienestar, relajación y emotividad positiva (De León & Flores, 2018;Oro et al, 2019), a su vez, esto los conducirá a relacionarse de mejor forma con los demás, incluyendo a sus compañeros de clase, familiares, amigos y docentes (Aguilar, 2018;Ramírez et al, 2020), así mismo, los posicionará en mejores condiciones físicas y psicológicas para afrontar no solamente los problemas de la educación superior, sino los de su vida diaria en general (Martínez et al, 2019;Pando-Moreno et al, 2019), en comparación con aquellos que mantengan altos estos síntomas, que serán limitantes en su desenvolvimiento cotidiano.…”