“…Incluso países como Italia que fueron signatarios del Tratado de Roma siempre se esforzaron por permanecer vinculados al norte por el temor a «precipitarse» en el Mediterráneo: una marginalità mediterranea era una posibilidad que se consideraba como catastrófica. 38 Según Luciana Castellina, una de las primeras llamadas de atención sobre la especificidad del Sur de Europa en el marco comunitario -y que pasó bastante desapercibida en su momento, cuando no mal interpretada-, fue la del ministro de Exteriores griego, Yannis Charalambopoulos, del PASOK, tras la incorporación de su país a las Comunidades Europeas en 1981, valorando la entrada en la agenda comunitaria de la adhesión de España y Portugal, lo que implicaría la ruptura definitiva con la línea de actuación de la Comisión Europea que pretendía racionalizar y normalizar el conjunto de las relaciones comunitarias con los países mediterráneos y en espacial con las antiguas colonias francesas en el Norte de África a través de la Política Global Mediterránea en los primeros setenta. 39 En aquellos momentos, el heterodoxo ministro griego advirtió de que la llegada de estos países no representaba solo un salto cuantitativo, sino también cualitativo de las políticas comunitarias.…”