“…La educación superior ha implicado por años un desafío para quienes ingresan buscando obtener un grado académico y/o títulos específicos, pues deben poner en ejercicio habilidades personales adquiridas y desarrolladas en los años anteriores de formación, habilidades que deben estar dirigidas hacia la determinación de metas de aprendizaje, al logro de objetivos específicos, estrategias de monitoreo, seguimiento de las tareas planificadas y valoración de los resultados asociados a estas, lo que implica desde una concepción constructivista del aprendizaje, que este estudiante sea autónomo (Garello & Rinaudo, 2013, Rosário et al, 2012. En donde hoy la propuesta de las universidades se orienta hacia una concepción del aprendizaje constructivista basada en el aprendizaje significativo, donde se busca un estudiante es autónomo, auto-regulado, que conoce sus propios procesos cognitivos y tiene en sus manos el control del aprendizaje (Olmedo Moreno, 2013) En este contexto, el uso de estrategias efectivas de estudio y un actuar autorregulado constituyen para un estudiante de educación superior variables importantes para el éxito en el desempeño académico y la vida diaria (Alvarado, Vega, Cepeda, & Del Bosque, 2014;Arias, Rodríguez, Cabanach, Pérez, & Rosário, 2009). Asimismo se requiere que los estudiantes posean adecuados niveles de funcionamiento ejecutivo, principalmente a nivel de planificación, automonitoreo, control emocional, inhibición, flexibilidad, memoria de trabajo, entre otros (Garello & Rinaudo, 2013) En este escenario, existe un grupo de estudiantes de educación superior que superan sin contrariedades el proceso de selección universitaria e ingresan a esta en forma expedita, pero al poco tiempo de ingresar presentan importantes dificultades de rendimiento académico, lo que para algunos resulta ser la primera vez a la que se ven enfrentados a este tipo de fracaso.…”