“…Bajo el influjo de la sensibilidad ilustrada, el comercio iba adquiriendo un rol central y el ánimo de lucro ya no era objeto de censura. Como señala Mariluz Urquijo (1987), hacia fines del período virreinal, "aparece una nueva gama de valores, la balanza remplaza a la espada, la probidad comercial al denuedo, la actividad productiva a la intrepidez o al ascetismo. (…) Los hombres de pluma, improvisados economistas, exaltan la figura del mercader como la de un nuevo misionero" (p. 466).…”