juega con la violencia. Juega el juego de definiciones: nombrar y negar, negar y nombrar. El concepto de violencia es polisémico, escurridizo, inasible. Por ello, junto a algunos colegas afirmamos que es imposible una definición específica y definitiva del término violencia (Álvarez, 2011;Isla y Míguez, 2003;Garriga Zucal y Noel, 2010). Imposibilidad que tiene su sostén en la diversidad de acciones y representaciones que pueden ser definidas. Sabemos que cada grupo social denomina acciones y representaciones según el resultado de matrices relacionales contextualmente determinadas. Riches (1988) manifiesta que la nominación de una acción como violenta es el resultado de una disputa por los sentidos de acciones y representaciones. Entonces, la definición de la violencia es un campo de disputas. Un campo de batalla, donde actores diferentes, con posiciones políticas y perspectivas éticas disímiles, luchan por definir prácticas y representaciones. Una lucha desigual, distribuida dinámicamente según las contingencias del poder. Así, la definición de qué es violento y qué no, de qué es aceptado y qué no, son campos de debates atravesados por discursos de poder (Isla y Míguez, 2003). Es necesario, entonces, dar cuenta de quiénes, cómo y cuándo definen a ciertas prácticas como violentas.2 El Estado no define sus violencias como violencias; tiene el poder para sacarlas del foco. Estrategia que pivotea entre la legitimidad y la legalidad de sus acciones. Respecto a este último punto, es pertinente mencionar que muchas de las acciones violentas policiales son legales. Es decir, prácticas que pueden ser comprendidas/denunciadas como violentas por testigos y víctimas, pero no son definidas así por las policías. Además, otras violencias estatales son legítimas, aunque sean ilegales. La legitimidad se vuelve un nodo central para analizar las violencias (Riches, 1988). No debemos olvidar que en nuestra sociedad lo legítimo y lo legal no son lo mismo. Entonces, es ineludible, para comprender las violencias, distanciarnos de la mirada que centra su análisis desde lo legal. Es preciso, por ello, rastrear la legitimidad de los actos para ver qué se define como violencia y qué no.