“…Si bien los beneficios de poner en marcha un programa de aprendizaje-servicio pueden ser amplios para los estudiantes (según las últimas investigaciones ya mencionadas), no podemos dejar de lado la enorme carga de trabajo que proyectos de esta envergadura pueden representar para quienes deciden emprenderlos y que precisamente nosotros mismos atestiguamos: 7 establecer y retener socios comunitarios con quienes se pueda establecer una relación adecuada de reciprocidad (Long y Macián, 2008), obtener el debido apoyo económico por parte de la institución (Barreneche y Ramos-Flores, 2013) y, sobre todo, contar con el tiempo extra que debe destinarse al proyecto (Montooth y Fritz, 2006) no es tarea fácil. 8 Principalmente, la selección se hizo considerando cuán conscientes estaban los estudiantes del elemento de reciprocidad, principal motor de los proyectos de aprendizaje-servicio (Sigmon, 1979;Kahlke y Taylor, 2018), pues nuestro objetivo era que ambos (socios y estudiantes) se beneficiaran de manera equitativa de la experiencia, dado que en las últimas investigaciones realizadas al respecto se ha identificado un vacío profundo al asumir erróneamente que los beneficios para los socios comunitarios son obvios, sin considerar el costo laboral y hasta económico que para ellos puede llegar a representar la participación en estos proyectos (Cruz y Giles, 2000;Bushouse, 2005;Worrall, 2007;Tryon, 2008;Lear y Sánchez, 2013).…”