“…Diversas investigaciones han señalado que, para la ontología andina, los territorios están habitados por una variedad de entes no humanos que al igual que los humanos poseen volición, capacidad de acción, necesidades y poderes (Allen, 1988;Wachtel, 2001;Haber, 2009;Kohn, 2021;entre otros). Estas entidades son proveedoras de elementos vitales y deben ser honradas y cuidadas, ya que de lo contrario pueden volverse peligrosas para las personas (Harris, 1980;Sillar, 2009;Amuedo, 2014;Villanueva, 2015). A fin de mantener una relación estable con las entidades no humanas, las personas deben realizar pagos y ofrendas que preserven el equilibrio, manteniendo la circulación de flujos esenciales basado en los principios de consustancialidad (Allen, 1988;Van Vleet, 2008).…”